Creencias limitantes que entorpecen la inclusión social

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Creencias limitantes que entorpecen la inclusión social

                                                                         Escrito por: Silvia González

¿Alguna vez se ha puesto a pensar que creencias limitantes le acompañan en su diario vivir?

Todas las personas tenemos muchas creencias que hemos adoptado como verdades absolutas desde muy pequeños y por esta razón el lograr identificarlas y modificarlas no es tarea sencilla.

Aunque al final cuando se logran trabajar y liberar nos da un sentimiento de bienestar, satisfacción, amplitud mental y emocional increíble.

Dentro de la carrera de educación especial, mis compañeras y yo nos dimos cuenta que todas llegamos con creencias limitantes en relación con las personas en condición de discapacidad.

Ya sea por expresiones que habíamos oído en el hogar, por actitudes observadas en la sociedad, por frases o palabras en desuso para referirse a esta población, entre muchas otras.

Considero que lo importante es reconocer que no lo sabemos todo y que siempre podemos aprender y mejorar.

A continuación, les enumero algunas creencias que nos limitan a la hora de relacionarnos con personas con discapacidad y algunas vivencias o consejos para abordar estas creencias: 

1-Creer que no me corresponde a mi aportar para generar un ambiente inclusivo:

     “No sé nada el tema”, “no es mi deber aprender” “no es algo que me interese”.

    Son algunas expresiones que hemos podido escuchar y limitan mucho en la relación interpersonal con otras personas.

    Algo maravilloso que he podido notar al trabajar con niños y niñas es que no es usual la división ni el rechazo hacia las diferencias.

    Ellos simplemente desean jugar, compartir y aprender y esto los lleva a acercarse los unos a los otros sin juicios de valor, sin miedo ni creencias limitantes (a menos de que ya estén influenciados por los adultos).

    Hace unos años, cuando trabajé en una escuela como docente de apoyo para la inclusión de un niño con parálisis cerebral, pude presenciar algo maravilloso: los compañeros y compañeras del niño se turnaban para llevar la silla de ruedas y pasearlo por los corredores en los recreos.

    Incluso varios de ellos con mucho amor se acercaban a limpiarle la saliva que él aún no lograba contener dentro de su boca, hablaban contantemente con él, le hacían preguntas y se maravillaban de cómo usaba él su tablet para conversar con ellos.

    2-Ver la discapacidad como una enfermedad y enfocarse solo en las características que nos diferencian:

    “No sé cómo acercarme a estas personas” ¿y si los ofendo?  ¿y si no me responden?

    Es sumamente valioso comprender que todos (independientemente de la condición) somos humanos y por ende tenemos necesidades básicas las cuales por derecho deben de ser cubiertas.

    Vivenciamos diversas emociones y sentimientos; necesitamos socializar, recibir afecto humano; merecemos respeto, merecemos tener alguien que crea en nosotros y en nuestras habilidades.

    Como docentes podemos ser ejemplo de cómo se debe de tratar a las personas con discapacidad, lo que hagamos puede informar o desinformar a las personas sobre cómo debe de ser el trato a brindar.

    Ser pacientes, respetuosos, celebrar los logros por más pequeños que parezcan, fijar límites, tener buena comunicación, la empatía y el afecto son algunos elementos importantes para trabajar tanto con personas con discapacidad como con personas sin discapacidad.

    Es sumamente satisfactorio cuando modelamos el trato correcto y vemos a nuestros estudiantes apoyando o compartiendo con las herramientas necesaria a personas en condición de discapacidad.

    3-Creerse superior al no tener discapacidad o creer tener la potestad de burlarse o rechazarles:

      “Soy más inteligente que ellos” “soy mejor que ellos” “son muy raros” son algunas frases que potencian esa división entre personas con y sin discapacidad.

      A inicios de mi vida universitaria tuve una experiencia sumamente increíble, conocí en un kínder un niño con la condición de autismo el cuál no hablaba con nadie, se mecía hacia adelante y atrás constantemente.

      Parecía no poner atención a las explicaciones de la docente y cuando sus compañeros le tocaban se incomodaba, se alejaba sin voltearlos o decirles nada.

      Una vez en el recreo, cuando sacamos una pelota, comenzamos a jugar fútbol, este mismo niño entró y desempeñó un papel demasiado importante: en dos segundos fue líder del equipo, fue delantero, levantaba la mano y pedía la bola, corría de un lado al otro con demasiada pasión y hasta fue goleador.

      Podríamos decir que la discapacidad desaparece cuando la persona realiza algo que verdaderamente le gusta y apasiona.

      Te podría interesar leer nuestro arículo sobre Cómo establecer vínculos positivos con los estudiantes.

      Estas creencias y más nos separan de ver personas y no diferencias, que nos llevan a la discriminación, separación y hasta violencia hacia los demás.

      Los insto a pensar por unos minutos sobre ¿Cuáles son esas barreras que nos impiden ser inclusivos?

      ¿En qué momento empezamos a dividir la población? ¿qué otras creencias deberíamos modificar para poder relacionarnos de una manera más libre y auténtica con todas las personas a nuestro alrededor?

      Además, los invitamos a dejarnos sus comentarios o puntos de vista sobre esta temática en los comentarios de este artículo o en nuestra página de Facebook, @empowerx donde compartimos información sobre educación, aprendizaje e inclusión.

      Les dejamos un artículo con más información interesante sobre le inclusión social.